El domingo 20 de junio de 2010, un grupo de pandilleros de la estructura criminal Barrio 18 interceptó un microbús de la ruta 47 en la colonia Jardín, en el municipio de Mejicanos. La unidad, que se dirigía de San Salvador hacia el norte del Área Metropolitana, fue obligada a desviarse del trayecto por los atacantes, quienes posteriormente rociaron gasolina en el interior y le prendieron fuego. En el vehículo viajaban 17 personas, quienes fallecieron calcinadas; otras doce sobrevivieron con quemaduras graves.
Según los registros judiciales, el ataque fue ordenado como represalia tras la muerte de un integrante de esa pandilla. Posteriormente, varios implicados fueron capturados y condenados por el hecho. En 2013, uno de los autores intelectuales recibió una pena de 66 años de cárcel. En 2016, otro involucrado fue condenado a 410 años de prisión.
Entre las víctimas se encontraba una mujer vendedora del centro de San Salvador, que viajaba junto a sus dos hijas menores. Las tres sobrevivieron al atentado, aunque con múltiples lesiones físicas y secuelas psicológicas. Una de ellas, que tenía nueve años al momento del ataque, recordó que regresaban de una tarde familiar en el parque Cuscatlán:
“Me acuerdo que me compró una pelota y una carterita rosada. Fue un día bonito. Nunca imaginamos que terminaría así”, relató.
Su madre, quien quedó gravemente herida, describió el momento exacto en el que fue despertada por el grito de uno de los atacantes al conductor:
“Lo que me despertó fue cuando alguien gritó: ‘¡meté esa mierda para adentro, p…!’ Luego escuché los disparos. Me tiré encima de mis hijas para cubrirlas con mi espalda”, relató desde el anonimato. “Escuché diez disparos y después ya no supe más. Perdí el conocimiento”.
Las sobrevivientes recuerdan que varios de los pasajeros intentaron salir por las ventanas mientras el microbús se incendiaba. Algunas personas lograron escapar por la parte trasera o fueron lanzadas por otros. La joven que entonces tenía nueve años relató:
“Recuerdo que mi mamá nos lanzó por la ventana. Yo caí en la acera y vi gente gritando, llorando. Todo era como una neblina, como si no fuera real”.
Las autoridades llegaron minutos después. Según la familia, los cuerpos de emergencia inicialmente no trasladaron a la madre, creyéndola fallecida. Sin embargo, más tarde fue identificada con vida y trasladada al hospital.
“A mí me sacaron con una bala en la cabeza que no llegó a penetrar el cráneo. (…) Me dijeron que fue un milagro que no muriera ahí mismo”, explicó la sobreviviente, quien pasó varias semanas hospitalizada.
Durante los meses posteriores, el caso fue ampliamente cubierto en medios nacionales e internacionales. La masacre fue considerada uno de los atentados más graves en la historia del transporte público del país. El hecho marcó un punto de quiebre en la percepción de la violencia pandilleril y dio paso a reformas legales, como la Ley de Proscripción de Pandillas aprobada ese mismo año.
Los testimonios recogidos también señalan que hubo promesas de apoyo gubernamental a las víctimas, que no se concretaron en ese momento. La familia relató que durante años enfrentaron dificultades económicas y de salud, mientras intentaban rehacer sus vidas:
“Nos prometieron ayuda, pero nos tocó salir adelante solas. Durante la pandemia no teníamos colchones, pero mis hijas siguieron estudiando”, señaló la madre.
A lo largo de los años, otros episodios de violencia de pandillas han sacudido al país. En distintos momentos, se han reportado asesinatos de trabajadores agrícolas, personal técnico y desapariciones de jóvenes. Las autoridades también han informado sobre investigaciones relacionadas con el uso de fondos estatales en la tregua entre pandillas durante gobiernos anteriores.
Actualmente, con la implementación del Plan Control Territorial y el Régimen de Excepción, el Gobierno mantiene una estrategia de seguridad enfocada en la erradicación de estructuras criminales.
A 15 años de la masacre, los sobrevivientes mantienen vivo el recuerdo del hecho que marcó sus vidas:
“Hay heridas físicas que ya sanaron, pero las del alma siguen ahí. Solo queremos que nadie más tenga que pasar por esto”, expresó una de las víctimas.