Dora Dubón nunca imaginó que el lugar donde construyó su vida, despidió a sus padres y crió a su familia terminaría reducido a ruinas. En 1986, la ADESCO, de ese tiempo, le entregó una parcela sin dueño aparente, y con mucho esfuerzo levantó su hogar. Sin embargo, casi cuatro décadas después, un supuesto propietario apareció y su casa fue demolida, dejándola sin un techo donde vivir.
Con voz entrecortada, Dora relató que al regresar de un paseo encontró «a supuestos propietarios» destruyendo la vivienda que levantó con sacrificios y deudas. “Padezco de epilepsia, asma y problemas del corazón. No tenemos para dónde ir”, lamentó. Ahora, ella y su nieto, con necesidades especiales, enfrentan la incertidumbre de no tener un lugar seguro.
Entre lágrimas, elevó un mensaje directo al Gobierno: “Señor Presidente Nayib Bukele y ministros, por favor, hagan que este caso sea diferente. Nosotros no tenemos un único techo donde vivir”. Su historia refleja la lucha silenciosa de muchas familias salvadoreñas que, tras años de esfuerzo, hoy claman por justicia y un refugio digno.